La verdadera pandemia no es el Coronavirus.

España y el mundo están sufriendo una pandemia global, para la que se ha demostrado que ni los países más desarrollados estaban preparados. Y que habiendo habido tiempo, desde que se conocieron los primeros casos, para tomar medidas preventivas más efectivas no se ha hecho. A estas alturas parece evidente que lo que nos contaron al principio sobre que era como una gripe y nos tranquilizaron, ahora no es tal. Nunca el ejército ha tomado las calles por una gripe. En fin…
También es evidente, a la vista de las noticias, que muchos casos de infección se están dando en las residencias de mayores. En Extremadura, por ejemplo en Arroyo de la Luz y Malpartida de Plasencia (hasta ahora). Mejor no dar cifras, que no quede desfasada esta opinión mañana mismo.
Cuando todo esto pase, ya lo ha anunciado el Presidente del Gobierno, se tendrá que hacer una revisión completa de nuestro sistema de Salud. Y especialmente tendrán que ser revisados todos los recursos de la Red, especialmente los sociosanitarios. No puede ser que no estén funcionando, o que no haya, los protocolos de actuación.
La pirámide poblacional nos indica un progresivo envejecimiento y será preciso arbitrar un sistema de cuidados que garantice la protección de los derechos fundamentales de las personas que los necesiten. Siempre serán necesarios los recursos residenciales, pero se debe hacer hincapié en el mantenimiento de las personas mayores en sus domicilios, prestándole una ayuda de calidad.
El Sistema de Dependencia debe ser revisado y reforzado. Y si bien, lo idóneo es que sea un sistema universal y hacia ello debemos encaminar las actuaciones; no podemos obviar la realidad: los recursos son finitos y este Sistema muy caro. Algunas expertas y expertos ya dijeron en su día que debería hacerse un filtrado y que entre los baremos a tener en cuenta también se incluyeran los económicos. Es difícil y polémico, pero hasta que nuestra economía sea capaz de sustentar el sistema universal, debería ser tenido en cuenta. Un ejemplo (y que conste que es solo un ejemplo, sin otra intención): el padre del señor Rajoy, siendo este Presidente del Gobierno, era beneficiario del Sistema de Protección a la Dependencia. No parece muy coherente que con una larga lista de espera y con situaciones dramáticas de personas sin recibir la ayuda, o que fallecen sin haber sido siquiera valoradas; otras personas, con recursos económicos suficientes para contratar servicios, sí sean beneficiarias.
Por otro lado, las ayudas previstas para grandes dependientes que están pensadas para que estas personas permanezcan en sus domicilios, bien cuidadas por familiares (en más del 90% de los casos por mujeres), o por empresas prestadoras de servicios son insuficientes. En el caso de gran dependiente, el servicio de ayuda a domicilio es de tres horas y media. Huelga ahondar más.


Los recursos residenciales de mayores y dependientes deben ser públicos. Y con una supervisión exhaustiva. Las residencias privadas o concertadas, negocios al fin y al cabo, priman el rendimiento económico por encima de los cuidados. En la mayoría de los casos, el personal es insuficiente, lo que incide directamente en la calidad de los cuidados de las personas. Es una cuestión harto conocida. Sin embargo, no se toman medidas para atajar el problema. Las profesionales de las residencias (otra vez mujeres) sufren El Síndrome Burnout (quemado), con mucha frecuencia, además de lesiones óseas y musculares que las incapacita para la mayoría de las tareas que, por otro lado, se ven obligadas a seguir realizando. Con bajos sueldos, inestabilidad laboral y gran carga de trabajo; su labor no es reconocida socialmente.
Esta crisis está poniendo de manifiesto muchas cosas, la principal que son las personas más vulnerables quienes —una vez más— van a pagar los errores de otras, de las malas gestiones. Por un lado, las personas mayores que por sus patologías previas están siendo castigadas por el virus y, por otro, las personas que las cuidan; que con medios escasos, sin refuerzos suficientes y con gran esfuerzo personal, están enfrentándose a la pandemia y sufriendo el contagio.
Que esta comisión anunciada evalúe los errores de gestión de la crisis del Coronavirus debe ser solo el paso previo. Porque está claro que nuestro cacareado “Sistema de Bienestar” hace aguas por muchos flancos; ahora toca la respuesta ante una emergencia sanitaria. Pero hay otros agujeros que venimos arrastrando: la pobreza, el paro, la crisis climática, la despoblación, las desigualdades.
Mientras que no asumamos que la verdadera pandemia global es el neoliberalismo y todo lo que conlleva de recortes sociales, privatizaciones (de la energía, de las telecomunicaciones, del sistema sanitario, de la educación,…) destrucción de derechos laborales y sociales, prolongación de la vida laboral, destrucción del planeta y su largo etcétera.  Y en el otro lado, la protección del capital, la opacidad, mercados financieros sin control del Estado, especulación, control de la economía por parte de los Bancos, beneficios obtenidos por actividades financieras y no por actividades industriales o productivas. Mientras que nuestros gobiernos no sean capaces de enfrentarse a este virus, mientras sigan siendo títeres en manos del capital; iremos mal, muy mal.
Hoy lo estamos llamando COVID-19, pero vendrán otras pandemias en el futuro y vendrán a diezmarnos. Y si de esta no se aprende, si no abordamos el problema de raíz, si no cogemos el timón y ponemos de verdad a las personas por encima de cualquier interés, nos volverá a desbordar.
La única medicina que va a remediar la enfermedad de nuestro sistema se llama justicia y se tiene que aplicar con grandes dosis de derechos sociales y equidad.

Flor Fondón Salomón
Presidenta de Adhex

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